La ficción del hombre, del sujeto o del yo
no es más que una máscara, un centro provisional que se desplaza continuamente,
modificando y recreándose según las escenas de un personaje a otro según las
exigencias de los diferentes contextos.
El hombre ha prendido a fijar y a determinar
las impresiones de sus sentidos en el
lenguaje, a medida que ha aumentado la necesidad de comunicarlas a otras personas.
Este hombre inventor de signos es el hombre consciente de sí.
Por tanto, si la conciencia se ha
desarrollado a partir de esta necesidad de comunicación, su trasfondo no está
constituido por el núcleo de la individualidad, sino al contrario, por aquello que
el individuo experimenta como realidad.
El lenguaje es un artificio humano que lo
ayuda a narrar de manera simbólica, figurativa o metafórica su verdad al tiempo
que este se inventa una vida. Wittgenstein sostiene que “el lenguaje corriente
es una parte del organismo humano y no menos complicada que él.”
La vida está compuesta de “verdades”
necesarias, pero la vida también necesita de falsedades que sean consideradas
como verdades, esto significa que el mito, el arte y la metáfora con una
desviación consciente de la realidad (Domingo, 2000).
El mundo, al cual el hombre considera como
verdadero, se construye a partir de la integración de los objetos externos por
medio del lenguaje metafórico y la percepción, no obstante, no sólo la
percepción de esta verdad descansa sobre estas “ilusiones aisladas” también su conocimiento.
El proceso de la formación del conocimiento
y de los saberes disponibles por los hombres, se ve permeado por esta
construcción de metáforas, interpretaciones e ilusiones que representan la
realidad, esta construcción también constituye el instinto artístico
fundamental del hombre, instinto que lo lleva al terreno del conocimiento,
donde estas interpretaciones forjan los “conceptos y métodos” que sostienen el
conocimiento.
Este proceso de conocimiento se
enfrenta a la contingencia de hechos históricos, acontecimientos y situaciones
sociales que generaron el lenguaje como medio de representación de la realidad.
Los relatos históricos de los
acontecimientos construyen realidad como verdadera solamente por hecho de haber
sucedido, por lo tanto, la construcción del conocimiento utiliza y necesita la
ficción desde la proyección de la experiencia de dicha realidad.
El individuo se construye una realidad a
partir de los hechos pasados y de las experiencias vividas, sin embargo, para
que estas experiencias adquieran sentido, necesitan comunicarse; la comunicación
de experiencias construye una realidad social, sin embargo, esta realidad no es
fiable por el simple hecho de ser un interacción de subjetividades sujetas a la
falsedad, la fantasía y la mentira.
La relación entre sujeto-objeto se da a
partir de constructos imaginarios para
que individuo pueda vivir y conservarse; la experiencia del sujeto-objeto o
sujeto-mundo se da a través de la consciencia porque que no existe una
conciencia de sí mismo sino una conciencia de uno en relación a otro o consciencia-mundo;
de tal manera que el lenguaje es la forma en cómo el ser humano representa su
realidad por medio de la consciencia-mundo.
Entonces ¿Por qué la realidad es ficticia? Porque la consciencia del sujeto genera una creencia falsa que obtiene su valor y su firmeza en el hecho de constituir una condición de vida óptima para la supervivencia y la preservación.
El hombre ha aprendido a hacerse consciente
de sí en su mundo, debido las exigencias de la realidad y de su vida en
sociedad asumiendo esta realidad como verdadera envolviéndola en un sentimiento
ficticio de vivir.
No existe una realidad, ni siquiera una
verdad única, solo es posible comprender la existencia del hombre en la medida
que interactúa en el mundo, sin embargo no es posible confiar en si asumir como
verdaderos conceptos, valores y perspectivas, dicho de otro modo, cómo es
posible creer en la moral, en los valores y en las creencias, cuando estas
últimas no son más que percepciones individuales de unos cuantos que asumen
como verdad.
El problema de las creencias, los valores y
la moral contemporánea radica en la introyección de estos conceptos, porque
quien tiene el poder es quien decide sobre que es real y que no lo es, sobre lo
que es verdadero y sobre lo que no lo es.
Bibliografía:
FOUCAULT, Michel, 1971, Nietzsche, la
généalogie.
MATURANA, Humberto, 1997, La objetividad un
argumento para obligar.
NIETZSCHE, Friedrich, 1901, Der Wille zur
Macht.
SÁNCHEZ, Diego, 1989, En torno al
superhombre.
WITTGENSTEIN, Ludwig, 1992, Tractatus
Logico-Philosophicus.
LAMANA, Domingo, 2000, Nietzsche:
la filosofía narrativa de la mentira, la metáfora y el simulacro.