miércoles, 15 de junio de 2011

TRES PESOS

Durante mucho tiempo, en general gran parte de mi vida, me he trasladado a muchos lugares a los que por alguna razón necesito acudir, escuela, trabajo, diversiones, o de visita; me traslado por transporte público, en específico, en el metro.

Viajar por metro ha generado en mí una innumerable cantidad de experiencias, he conocido toda clase de personas y personajes, visto un sin número de situaciones y experimentado una fluctuante cantidad de emociones.

A decir verdad me resulta muy interesante viajar por el metro debido a esta emocionante expectativa de incertidumbre, es imposible predecir lo que veré cada vez que utilizo este trasporte y lo mejor de todo es el precio, tres pesos, un costo demasiado barato en relación a la experiencia. Quizá la cualidad más interesante y al mismo tiempo triste de esta experiencia, es lo que ocurre cada vez con más frecuencia en el metro, pero antes de llegar a eso haré un paréntesis.

El número de habitantes en la ciudad de México es cada vez mayor, la tasa poblacional se encuentra en un situación de crecimiento abrumadora, esto a su vez genera que el transporte tenga una demanda cada vez más constante de capacidad de traslado así como de interconexión entre las distintas partes de la cuidad y el área metropolitana.

El metro es el medio de transporte por excelencia del grueso de la población mexicana, la gente se traslada de un lado a otro de la cuidad; a primera hora del día la cantidad de habitantes que utilizan el metro es abrumadora y en mi experiencia hasta asfixiante. Desde el comienzo del día hasta su culminación el metro transporta miles de millones de habitantes a casi todos los puntos de la ciudad.

Ahora sí, ¿Cuál es esta cualidad interesante y triste que tiene el metro en relación con los habitantes? La respuesta es la indiferencia cotidiana en la gente; pareciera que la gente se evita con más frecuencia, deja de verse, se “relacionan” como si no se necesitaran. Esto, me parece, no es exclusivo del transporte, del metro en este caso, pareciera que la sociedad en general vive una experiencia de indiferencia social, siendo el ser humano un ser aparentemente social, resulta irónico que en esta era de avances tecnológicos masivos, de nuevas formas de comunicarnos a distancia, donde, supuestamente, las distancias geográficas se han reducido por la telecomunicación, el internet y sus contemporáneas redes sociales, la creciente demanda en telefonía celular y la constante aplicación de redes de transporte, el ser humano se aísla cada vez mas de sus semejantes.

La convivencia cotidiana se ha vuelto más una obligación que una necesidad; y ¿Por qué utilizo el metro como ejemplo? Por tres razones, dado que el metro es lo que más utiliza el grueso de la gente en cuanto a transporte, porque he experimentado esta indiferencia y porque en el metro se puede observar toda clase de gente, personas que parecen tener buenos recursos económicos, personas en extremo carentes de dinero, adultos, jóvenes, niños, adultos mayores, hombres, mujeres, todo tipo de estilos de vestimenta, accesorios, gustos, todo tipo de ocupaciones, preferencias variadas, en general, un mosaico de personalidades estratos sociales que se encuentran reunidas y convergen en un sólo espacio: “la sociedad entera en un vagón”

Todo tipo de personas reunidas en un vagón de metro, todos reunidos en una cierta hora del día -de preferencia en una hora pico- todos, apretados, unidos quizá por un destino en común, estrechamente amalgamados y, ni una sola palabra, ni una sola mirada. Lo que se vive ahí es una experiencia de indiferencia, una absurda soledad estando rodeado de personas, donde a nadie le interesa nadie, donde el foco de atención es ese anuncio, pegado casi en el techo del vagón, un anuncio que hace mas de cinco estaciones han venido viendo y, aun cuando ya saben de qué trata, e incluso conocen de memoria, lo siguen observando, todo menos cruzar una mirada, todo menos involucrarse con el otro.

Eso es lo interesante y a su vez, lo triste, estar en una situación común y ser indiferente para y con el otro; al parecer la sociedad está viviendo esta experiencia de indiferencia de manera cotidiana, indiferencia que se vive día con día cada vez que utiliza el metro para llegar a su trabajo y a su casa. Me doy cuenta, ahora, por que vivir esta triste experiencia vale sólo tres pesos.


miércoles, 8 de junio de 2011

ASUNTOS INCONCLUSOS

Un asunto inconcluso, como es conocido en Gestalt, son aquellos contenidos en los cuales quedó pendiente algo, por ejemplo, una despedida, algo no dicho a alguien o, incluso, una necesidad aplazada. Existen otro tipo de estados, llamados situaciones inconclusas, y son aquellas cosas en las cuales, voluntariamente, se han dejado de hacer cosas, ya sea por falta de interés, por miedo, comodidad o apatía. Ambos, tanto situaciones inconclusas como asuntos inconclusos, pertenecen a lo que la psicoterapia Gestalt antigua conoce como “Los tres Demonios” dentro de los cuales pertenecen los introyectos y las experiencias obsoletas, en este artículo tomaré como similares los asuntos y las situaciones inconclusas.

Me refiero con psicoterapia Gestalt antigua al estilo de psicoterapia Gestalt que trabaja desde una visión intrapsiquica, es decir, una mirada donde el foco de atención se encuentra en el paciente la mayor parte del tiempo, ¿Por qué es antigua esta visión? debido a que la psicoterapia partió en inicio con esta mirada, y me refiero a la psicoterapia desde todas sus disciplinas como el psicoanálisis, sistémica, o conductismo; teniendo al paciente como prioridad, como su esencial foco de atención, ya sea trabajando con asuntos relacionados a su pasado, resistencias, patologías, conductas, formas de relacionarse, entre otras, la psicoterapia ha centrado su atención en el paciente exclusivamente.

La Gestalt, inicialmente, partió desde esta visión intrapsiquica, sin embargo, también tiene otra visión que hace de la Gestalt una psicoterapia revolucionaria, una visión de campo. El concepto campo-individuo-entorno, pertenece a una época postmoderna, donde el individuo y el entorno están relacionados, no existe nada que no tenga una influencia directa con su medio y que este medio a su vez, no sea influenciado directamente por los individuos en el.

Esta perspectiva –la perspectiva de campo- es lo que en esencia es Gestalt, partiendo incluso desde el origen de la palabra y como se le proporcionó este nombre a esta psicoterapia. Gestalt es una palabra de origen alemán que no tiene una traducción directa al español, sin embargo puede llegar a entenderse como configuración, forma, estructura, o una entidad completa y total. La psicoterapia Gestalt heredo el nombre de la psicología de la Gestalt, esta estudia los fenómenos de percepción, dice que los seres humanos percibimos el mundo como una totalidad, no como parcialidades o fragmentos, esta totalidad está ligada a significados. Configuramos la realidad en la medida que le damos un significado, teniendo en cuenta, posteriormente, que nosotros participamos en la configuración de esta realidad, somos influenciados e influimos en la realidad.

Sin lo anterior no podemos entender que son, o no son, los asuntos inconclusos; la gente ha pensado y creído en los asuntos inconclusos durante mucho tiempo, y las personas que se dedican a la psicoterapia Gestalt, desde una perspectiva intrapsiquica, lo han creído, incluso, como una parte importante dentro de su trabajo terapéutico.

Sin embargo el análisis que hago ahora sobre los asuntos inconclusos, es que, en realidad, no existen, son la ilusión de una realidad que no se quiere vivenciar; creer que existen cosas que han quedado pendientes y que nuestra salud mental está relacionada a eso que sucedió en el pasado, “allá y entonces” implica creer que venimos “arrastrando” algo que no se concluyó, algo que, de alguna forma, quedo “abierto”.

¿Por qué no existen los asuntos inconclusos? me remito a la postura postmoderna de la Gestalt, donde el concepto de campo-individuo-entorno es medular para la psicoterapia; éste concepto de campo tiene cinco principios, en los cuales uno de ellos, implica la contemporaneidad, que significa que todos los campos son presentes. Ni pasado, ni futuro existen, el pasado fue y dejó de existir, y el futuro que aun no llega y por lo tanto tampoco existe; en ese caso el único tiempo disponible es la realidad presente e inmediata, recordamos el pasado o prevemos el futuro ahora.

Como es posible hablar de Gestalt, que significa esencialmente estructura, o entidad completa, cuando hablamos de algo inconcluso ¿no es incongruente hablar de una “Gestalt inconclusa”? lo paradójico es hablar de algo completo/incompleto.

Esto implica que los asuntos del pasado, que al parecer, “no tuvieron una conclusión” de hecho la tuvieron, concluyeron de alguna u otra forma; aunque no de la forma que esperábamos o queríamos que concluyeran.

Ahora bien ¿Qué ocurre entonces con aquellas experiencias que creemos inconclusas, aquellas que traemos a la memoria y a nuestra vida cotidiana? Fueron experiencias que tuvieron su inicio y su final, un final no esperado por nosotros, un final inadecuado a nuestras expectativas, pero que de alguna forma u otra concluyó. Son experiencias que constantemente intentamos cerrar o concluir de la forma que nos hubiera gustado, de la forma más agradable como por ejemplo, los rompimientos amorosos, las pérdidas, lo que llegamos a callar, o llegamos a expresar sin haber querido, entre muchas otras experiencias más, fueron situaciones que intentamos dar un “final feliz” dentro de nuestras mentes, sin saber o darnos cuenta que ya han concluido y pertenecen a un pasado inmutable.

¿Cómo concluir algo que ya no existe? ¿Qué es lo que en realidad angustia al paciente de ese pasado? ¿Será la incapacidad de hacer algo por eso que ahora es inexistente? Fritz Perls -el padre de la Psicoterapia Gestalt- da una connotación a estos mal llamados asuntos inconclusos, él los llama asuntos irracionalizados, situaciones que sólo en el presente el paciente puede encontrar sentido e implica concientizar al paciente de que eso, que ocurrió “allá y entonces”, en un pasado remoto e inexistente, finalizó; la labor terapéutica consiste en centrarlo en la experiencia presente, siendo el mismo terapeuta un instrumento de actualización con el paciente.

La inclusión del terapeuta como parte del campo del paciente es lo revolucionario en la psicoterapia Gestalt, antes, -y en ocasiones ahora- el terapeuta induce una secuencia de imágenes o fantasías guiadas, del asunto inconcluso pasado, dirigiendo al paciente a cerrar o concluir aquel asunto, trayendo al consultorio, de manera imaginaria, por ejemplo a personas con las cuales no se pudo despedir o personar fallecidas, con el fin de hablar con ellas, o mencionar algo de lo que al paciente le hubiera gustado decir en ese momento.

Personalmente difiero de esa forma de trabajo, porque  en mi opinión, el paciente imagina como es que hubiera cerrado un asunto pasado de la manera que más le hubiera gustado; sin embargo racionalizar de manera presente lo que ocurrió en realidad, implica aceptar que el pasado es inmutable e imposible de cambiar, que la oportunidad de cambio esta solamente disponible en el presente.

Cuando el terapeuta, por ejemplo, le menciona al paciente la distancia que siente con respecto a su paciente cada vez que este ultimo habla de aquello que fue, propone una forma de ajustar la realidad, explicitando al paciente que aquello que trae del pasado es una forma de evitar vivir el presente, o quizá una forma de victimización por aquello que le ocurrió. Son tantas las formas con las cuales utilizamos el pasado para evitar el presente, que en psicoterapia la labor del terapeuta es incluirse como esa realidad que el paciente, y la gente en general pretenden evitar.

jueves, 2 de junio de 2011

EL ARQUETIPO TERAPÉUTICO

La palabra arquetipo deriva del griego αρχη, arjé, "fuente", "principio" u "origen", y τυπος, typos, "impresión" o "modelo"; es el patrón ejemplar del cual otros objetos, ideas o conceptos se derivan. Un arquetipo es un símbolo que ha existido, y existe, en la humanidad desde sus orígenes, se refiere a conceptos como, la figura materna, los héroes, la muerte, los rituales, la fertilidad, el mesías, los líderes, el nacimiento, entre muchos otros más. Todos los arquetipos son abstracciones, prototipos que ayudan a comprender conceptos que han existido en la humanidad por siempre. La mitología griega es el ejemplo perfecto para ilustrar un arquetipo; la psicoterapia no es la excepción, posee su propio arquetipo y para ello, a manera de ejemplo, está el mito de Quirón:

“Quirón es el primer centauro, nacido mitad humano y mitad caballo y por su naturaleza animal,  su madre, espantada, ruega a los dioses que la liberen de la carga de criar a este niño. En respuesta los dioses se llevan a Quirón para educarlo; llega a ser prudente y sabio, conocedor de la música y de las estrellas, posee los dotes de un chamán, se vuelve hábil en las artes curativas y en el uso de las plantas medicinales; también era maestro en las artes de la guerra, enseñaba a sus alumnos, los actos de heroísmo al servicio de su patria, inculcaba estos valores éticos y culturales.

En un día de descanso, mientras Quirón bebía, Hércules lo hiere accidentalmente en la rodilla con una flecha envenenada con el veneno de la Hidra, que le produce una herida incurable, incluso para sus dotes y conocimientos. Los dioses en premio a su conducta ejemplar, por perdonar a Hércules, le conceden el don de la inmortalidad, Quirón se encuentra entonces frente a la paradoja de no poder sanar ni morir.

Quirón ofrece liberar del inframundo a Prometeo, quién estaba condenado por haber robado el fuego de los dioses y habérselo entregado a los hombres, a cambio de poder morir, para dejar de sufrir el intenso dolor y lograr el indulto de Prometeo. El sacrificio de su inmortalidad lo libera de su intenso dolor, enseñando así a integrar la muerte como parte de la vida.”

En definitiva, Quirón nos enseña a abrazar nuestras heridas y aprender de ellas, acrecentar nuestras capacidades, conocer la compasión y sabiduría para poder ayudar a nuestros semejantes. Su labor es mostrarnos donde estamos bloqueados, dónde nos sentimos heridos, que logramos hacer para los demás y para nosotros mismos; descubrir las herramientas para equilibrar nuestra vida racional con nuestro lado más instintivo. Quirón es sólo un símbolo del complejo arquetipo al que pertenecemos los psicoterapeutas, “El sanador herido”, somos los herederos del linaje de sanadores que han existido a lo largo de la historia.

Otro ejemplo son los chamanes, la forma original de la palabra, viene del sánscrito “shramana”  que significa, discípulo de Buda; los chamanes son otra muestra de este símbolo, ellos, con sus conocimientos en la naturaleza humana y la espiritualidad, tenían un lugar especial en las tribus, eran el vínculo entre lo terrenal y lo divino, a través de ellos los dioses se comunicaban con los hombres, eran los protagonistas de los rituales para las cosechas, la fertilidad, la guerra y las fiestas y enseñaban al hombre a convivir con la naturaleza.

No existe cultura que no haya poseído una figura arquetípica como el chaman, el brujo, el curandero, o el sanador, pero con el paso del tiempo, este icono de la humanidad se ha transformado, ahora son los médicos, los sacerdotes, los psicólogos y los psicoterapeutas quienes heredaron el simbolismo, son actualmente los representantes de estos antiguos sanadores.

Ahora, la psicoterapia se ha considerado, en el mejor de los casos, una profesión que intenta ayudar a las personas a encontrar algo perdido en sus vidas, a curar algo que se cree que está enfermo, descubrir algo que se creía olvidado, o recibir algún consejo que les sea útil en sus vidas; otros, en cambio, consideran que la psicoterapia es más un arte que una profesión, porque tarda tiempo en aprenderse, he incluso, hasta se nace con el don; sin embargo, también se ha creído que es una práctica sin fundamento, sin sentido, e incluso hasta esotérica.

Reformular el paradigma de la psicoterapia, es una tarea compleja, no sólo es cuestión de conocer teorías y metodologías, también es conocer el sentido que ha tenido a lo largo del tiempo, conocer el papel que desempeña el psicoterapeuta y el psicólogo en la sociedad, un sentido, que hasta ahora, se ha perdido. Saber la naturaleza el arquetipo terapéutico es, en parte, conocer el simbolismo que tiene el terapeuta en la sociedad, así como dignificar esta profesión.

La idea que se tiene de la psicoterapia, dista mucho del prototipo original, ahora, existen muchas personas que consideran a la psicoterapia como una pérdida de tiempo, quien acude a terapia lo hace en un acto de desesperación, o para reinsertarse en una sociedad “cuerda”; el psicoterapeuta dejo de ser una figura importante en la sociedad, para convertirse, en un recurso de emergencia.

Hasta ahora el panorama es triste, sin embargo, es conveniente hacerlo evidente, porque, más triste aún, es saber que gran parte de la gente que ha contribuido a generar esta imagen distorsionada del psicólogo o del psicoterapeuta, son los mismos mal llamados psicólogos o psicoterapeutas. Me refiero a los mediocres, pseudo-profesionales que se auto nombran psicoterapeutas o a los que por tener un titulo, creen llamarse psicólogos. Gracias a las ineptas prácticas que han venido realizado, a las heridas que han provocado en las vidas de las personas, a la falta de ética, al carente compromiso profesional y a la falta de pasión, el arquetipo del sanador está casi perdido; gracias a este tipo de individuos, la gente ha dejado de confiar en la labor terapéutica.

El mundo actual, está enfrentando cambios importantes, crisis intempestivas, y es ahora donde debemos surgir, renacer, incorporarnos como esos antiguos sanadores que enseñaban a la humanidad en dónde estamos bloqueados, dónde nos sentimos heridos y también, qué es aquello que logramos hacer para los demás y para nosotros, como Quirón que enseñaba a sus alumnos la importancia del heroísmo y el honor hacia su patria, como los chamanes que mostraban el vínculo del hombre con la naturaleza, como los curanderos que, aparte de sanar el cuerpo, sanaban él alma; es ahora donde tenemos que dignificar nuestro arte, nuestra profesión; volver a mostrarnos, como aquellos conocedores, como aquellos guías y acompañantes, que mostraban el camino del futuro de la humanidad.