miércoles, 8 de enero de 2014

EL ENFOQUE MODERNO Y POSTMODERNO DE LA PSICOTERAPIA GESTALT: UNA REVOLUCIÓN TEÓRICA DEL PENSAMIENTO EN PSICOTERAPIA

El objetivo de este ensayo no es realizar una línea temporal ni un análisis de tipo arqueológico de las raíces de la Terapia Gestalt -aunque si se utilizará como referencia el psicoanálisis y el existencialismo- para ello en necesario mencionar que la Terapia Gestalt se fundamenta principalmente en dos corrientes teóricas, la teoría de la psicología de la Gestalt, y la teoría del psicoanálisis y dos corrientes filosóficas, la fenomenología y el existencialismo.

Estos enfoques se insertan dentro del paradigma de pensamiento moderno, sin embargo, la Terapia Gestalt tiene determinadas propuestas conceptuales, teóricas y metodológicas que se definirán desde un paradigma postmoderno que, de manera consciente o no, revolucionarán el concepto mismo de la psicoterapia sin embargo, ¿Por qué los psicoterapeutas Gestalt no guían su práctica sobre esa línea de pensamiento postmoderno?

Desafortunadamente en la Terapia Gestalt no se realiza investigación y tampoco se realiza un verdadero análisis de la teoría de la Terapia Gestalt, esta ha evolucionado “sin verdadera información, explicación fenomenológica, análisis filosófico ni debate intelectual” (Yontef, 2009, pág. 4).

Esto último implica que la práctica y el trabajo psicoterapéutico solamente promueve ideas sin el apoyo del análisis crítico de la teoría, por lo que el psicoterapeuta se guía por la “sensación y los presentimientos” de su práctica y experiencia, esto hace que el trabajo se realice como una secuencia de pasos a manera de modelo.

Solamente evidenciando y comprendiendo estos enfoques de pensamiento y paradigmas, -incluyendo el conocimiento de las raíces teóricas y filosóficas de la terapia- es posible vislumbrar la fractura que divide al psicoterapeuta con la brecha teórica y metodológica en la cual fundamenta su práctica,  porque esta última es escasa en detalles y con frecuencia es una mera referencia nominal y una descripción “clínica” reducida.

Precisamente cuando el psicoterapeuta adquiere familiaridad con la obra fundadora (PHG) y ubica el surgimiento de la Terapia Gestalt (incluyendo las bases teóricas y filosóficas), es viable que surjan zonas de inconformismo y duda, sobre todo en las contradicciones de diversos conceptos que rodean la teoría gestáltica.

Aunado a ello es prudente y oportuno hacer referencia al surgimiento de la Terapia Gestalt para contextualizarla y para conocer el por qué el psicoterapeuta se limita, sobre todo en su práctica, al modelo de pensamiento moderno.

La modernidad se entiende como la “modalidad que, con el Siglo de las Luces, ha tratado de abrir nuevas perspectivas de progreso científico y técnico, conocimientos en ruptura con las contradicciones más o menos oscurantistas de los siglos anteriores” (Robine, 2006, pág. 38).

Robine (2006) insiste en el paradigma moderno, sobre todo cuando explica términos y conceptos que, con frecuencia, son empleados no sólo por los actores y protagonistas en la sesión sino también por autores y teóricos de la Terapia Gestalt.

El enfoque individualista de la modernidad forma parte importante de la concepción y del desarrollo teórico de las corrientes psicoterapéuticas de ese momento (psicoanálisis y conductismo principalmente), las cuales centran y cosifican al individuo como protagonista de su existencia, depositando la razón, la consciencia, el comportamiento, las emociones, el self, entre otros conceptos propios de la jerga terapéutica, como extensiones que parten y del ser humano.

Entender esto último, así como el contexto y el paradigma de pensamiento moderno, implica reconocer también que la Terapia Gestalt “surgió en respuesta a la rigidez del psicoanálisis clásico por terapeutas con formación psicoanalítica clásica” (Yontef, 2009, pág. 4)

La terapia gestáltica “también reaccionó contra la teoría psicoanalítica del cambio, que era pesimista acerca de las posibilidades de crecimiento y tenía un sentido limitado de las opciones disponibles” (Yontef, 2009, pág. 5)

No obstante, debido a la inercia y la influencia del psicoanálisis, la psicoterapia Gestalt también fue “olvidando” ideas importantes y rectoras en su teoría, como son la experiencia y la existencia, lo que provocó que “el concepto total del rol del terapeuta fuera modificado radicalmente” (Yontef, 2009, pág. 5)

No solamente se generó una modificación al rol del psicoterapeuta, sino que este mismo utilizó (y sigue utilizando) conceptos ajenos a la práctica gestáltica, como por ejemplo el concepto de “impulso” o pulsión, el cual es entendido como aquello que determina el comportamiento y la psique humana; en relación a este concepto teórico referido desde la modernidad “los determinantes de la personalidad se consideraban ampliamente preestablecidos porque no eran relacionales ni existenciales” (Yontef, 2009).

La combinación de conceptos teóricos, así como el vago entendimiento mismo de la psicoterapia gestáltica, generó que esta última se tornara confusa, discutible y con falta de credibilidad.

Aunado a la tendencia del paradigma de pensamiento moderno -centrado en el individuo- y, según Yontef (2009), también a la falta de investigación y reflexión teórica, hizo que la práctica gestáltica se divulgara y evolucionara desde el pensamiento solipsista, individualista e intrapsíquico.

Una vez entendida la propuesta del paradigma moderno, la corriente psicoanalítica de la cual surge la Terapia Gestalt, la falta de reflexión teórica y la escasa investigación, es necesario preguntar ¿Cómo y desde que postura también se inserta la Terapia Gestalt en el pensamiento postmoderno?

Perls y Goodman “introdujeron  un giro fundamental que les coloca en el centro mismo de lo que se llamará posteriormente postmodernidad” (Robine, 2006, pág. 39). Resulta paradójico que los mismos autores de la obra fundadora y precursores de la psicoterapia Gestalt la colocan en el centro del pensamiento postmoderno, esta última se sigue aferrando, entendiendo y practicando desde el paradigma moderno.

Los autores del PHG (1951) incursionaron la Terapia Gestalt desde el terreno psicológico y psicoterapéutico bajo el efecto del movimiento constructivista de la postmodernidad, concebido como un movimiento dialogal (Robine, 2006).

La postmodernidad se opone a las posturas intrapsíquicas, individualistas y reduccionistas, por lo tanto, el segundo enfoque en el cual se inserta la psicoterapia Gestalt es el postmoderno, el cual involucra a la relación como un movimiento dialogal, constructivista, “interaccionista, intersubjetivo, conversacional […] donde se encuentran las implicaciones y la primacía de la alteridad y la relación del campo” (Robine, 2006, pág. 42).

La Terapia Gestalt es impactada e influenciada por del pensamiento constructivista -este movimiento es representado en Francia  por S. Viderman, por M. Buber, E. Levinas y por  P. Ricoeur- el cual es una de las corrientes activas de la postmodernidad,  de este pensamiento surge la constatación de que “no existe otra realidad salvo la que construimos” (Robine, 2006, pág. 42).

Esta concepción postmodernista incide en la postura misma del psicoterapeuta dentro del campo de la relación con sus pacientes porque esta relación se vive como una co-construcción de sentidos, ideas, emociones, fantasías y creencias, que dan forma a la experiencia.

Es aquí donde el paradigma postmoderno pone el acento en la evolución y construcción de realidades; el paciente y el psicoterapeuta son producto de contextos y significados que se co-construyen en la interacción, en el dialogo, en la mirada del otro, en la presencia, en el comportamiento y en el lugar donde se encuentran; la pregunta del psicoterapeuta Gestalt postmoderno en sesión ya no es ¿Por qué?, la cual implica “separarse de su objeto de estudio, sino que la ahora las preguntas son ¿Cómo y para qué? Las cuales implican observar y ser observado en un mismo plano existencial.

La psicoterapia moderna, como ya se ha mencionado, pone el acento en el individuo, ideas, creencias, conductas, sentimientos y estas últimas son responsabilidad de este individuo, esta postura coloca un límite virtual “seguro” que separa al psicoterapeuta de su paciente.

Lo revolucionario de la Terapia Gestalt se ubica en el paradigma postmoderno de la cual también es parte, porque en la relación paciente-psicoterapeuta, los sentimientos, ideas, creencias y comportamientos son compartidos y co-construidos, de tal manera que, no sólo es la responsabilidad del paciente y no sólo es la responsabilidad del psicoterapeuta el trabajo que se realiza en sesión, sino de ambos.

Esta visión abre todo un campo de posibilidades, no solamente en la psicoterapia, sino en el campo de las ciencias humanas, porque implica cuestionar prenociones y preconceptos como el Sí Mismo, Autoestima, Autocompasión, entre otros conceptos que hacen referencia a la subjetividad y pone de lado o en segundo plano al entorno.

A manera de conclusión, ¿Por qué los psicoterapeutas Gestalt no adoptan esta perspectiva revolucionaria de psicoterapia? Durante este ensayo se realizaron conjeturas sobre esta cuestión, como la falta de conocimiento de la teoría, la comodidad intelectual, la confusión epistemológica, la falta de investigación y la crítica.

Sin embargo, no se abordó otra posible respuesta, la cual supone que exista un temor a enfrentarse, relacionarse, vincularse o responsabilizarse ante el otro, debido a que, ciertamente, el paradigma de la modernidad impone un límite virtual entre el psicoterapeuta y el paciente, el experto y el neófito, el maestro y el alumno así como entre el enfermo y el sano, por lo cual este límite resulta cómodo y seguro porque marca una diferencia o una división entre el uno y otro.

¿Qué ocurre ahora que el paradigma postmoderno refiere que la realidad no es “Mi realidad” ni “Su realidad”, sino que estamos implicados, involucrados, vinculados y relacionados de manera inevitable? precisamente esto es lo revolucionario de la Terapia Gestalt, el enfoque postmoderno propone que el psicoterapeuta se involucre con su paciente en la construcción de una realidad, observando la manera en cómo se afectan y se influyen mutuamente con sus actos, sus pensamientos, sus creencias y sus emociones en el entorno.

 

Bibliografía




Robine, J.-M. (2006). Manifestarse gracias al otro. Madrid: Los libros del CTP-11.

Yontef, G. (2009). Proceso y dialogo en psicoterapia gestáltica. Santiago de Chile: Cuatro Vientos.