Este
artículo hace referencia al artículo de McLaren y Huerta (2011), los cuales cuestionan
a la formación y la práctica docente actual desde el contexto de las políticas
educativas relacionadas al sistema capitalista neoliberal en donde México, al
ser uno de los países subyugados por este sistema, se encuentra inevitablemente
envuelto en las políticas educativas direccionadas al control de aparato
educativo, planes y programas, currícula y evaluación, estas últimas impuestas
por estos macro sistemas económicos.
En
primer lugar este artículo inicia con aspectos relacionados a la evaluación y
su finalidad, este tema no será abordado a profundidad, solamente se utilizará,
en parte, para contextualizar el fenómeno de la pedagogía crítica.
Posteriormente se tocará el tema de la pedagogía crítica revolucionaria sus
propuestas y dificultades, para finalmente, a manera de conclusión, instaurar
una idea en el lector que inevitablemente ha formado parte de la educación
acrítica direccionada a la formación de ciudadanos sumisos que no cuestionan el
sistema.
La
evaluación, tema que ha tenido una gran relevancia a partir de la aprobación de
la reforma educativa en México (2014), se puede comprender desde la
interpretación y manipulación de datos y contextos a nivel político; la
evaluación tiene diversas finalidades que conducen al control político de los
docentes, a descartar a los sindicatos y a la reconstitución de los programas
educativos.
No
obstante, la evaluación tiene un velado y profundo interés en catalogar y
clasificar a los estudiantes de acuerdo a sus habilidades, esto para su futura
inserción al sistema capitalista neoliberal.
“La
aplicación de sistemas estrictos y rígidos de rendición de cuentas y exámenes estandarizados,
les quitan a las y los profesores el dominio que deben tener sobre su objeto de
trabajo y los lleva a convertirse en técnicos que aplican las medidas
establecidas y terminan enseñando únicamente para que las y los estudiantes
sean capaces de presentar los exámenes y no para que aprendan los contenidos y
le den sentido a su mundo” (McLaren, P. & Huerta-Charles, L., 2011, p.
226).
Los
modelos educativos actuales se encargan de formar estudiantes tecnólogos
acríticos cuyos dos únicos fines al egresar de la universidad es: la inserción
al medio laboral capitalista neoliberal o el desempleo, el cual mantienen la
esperanza constante de contratar mano de obra barata previamente capacitada en
las universidades (educación por competencias).
En
este sentido, John Dewey (1916) menciona que la educación tiene un papel
fundamental en la construcción de sociedades democráticas, entendiendo esta
última como el modo de vida asociado y compartido.
Para
ello la propuesta de la pedagogía crítica revolucionaria implica el
empoderamiento de los docentes y los estudiantes, los cuales tienen la tarea de
cuestionar al sistema capitalista, cuyo único fin es excluir los beneficios
sociales de la mayor parte de los habitantes del mundo concentrando la riqueza
en un minúsculo sector.
Esto
implica necesariamente entender al mundo de manera dialéctica donde existen
múltiples antagonistas cuyas condiciones de posibilidad se intensifican por la
contradicción de factores como el trabajo, el capital, la educación y la
democracia.
“Si
la realidad es conjunto dialéctico y estructurado, el conocimiento concreto de
la realidad consiste […] en un proceso de concretización, que procede del todo
a las partes y de las partes al todo; del fenómeno a la esencia y de la esencia
al fenómeno” (Kosik 1967, p. 62-63), este proceso es una espiral de
compenetración y esclarecimiento.
La
pedagogía crítica revolucionara cuestiona el punto de vista oficial hegemónico
y ahistórico de las pedagogías autoritarias. Bajo esta lógica es como los
educadores críticos, necesitan luchar por la construcción de una reforma
educativa sustentada en una visión socialista y democrática del futuro, sin
embargo, esta tarea no será nada fácil, porque
en estos tiempos nos enfrentamos a un capitalismo salvaje e inhumano.
Necesitamos
comenzar a definir nuestro mundo fuera del esquema del valor del capital y para
ello necesitamos preparar a los y las docentes para que hagan esta labor
política, pedagógica y social (Bauman, 1999; McLaren y Jaramillo, 2011). “La tarea
de las educadoras y los educadores progresistas es desocultar verdades y jamás
mentir” (Freire 1993, p. 109-110).
Es
fundamental que construyamos nuestras sociedades como sociedades más
democráticas y para ello es indispensable, en primer lugar, rescatar y defender
la escuela pública, porque es aquí donde inicia la formación de ciudadanos
democráticos y críticos, los cuales, a futuro, serás también los próximos
formadores de ciudadanos.
Aunque
el reto y la complejidad radican en que la sociedad capitalista se ha encargado
de crear una imagen donde lo público es negativo y de mala calidad, en
contraste de lo privado, el cual es de buena calidad y positivo.
Otro
de los problemas es que el capitalismo neoliberal no prepara críticamente a las
profesoras y profesores, les aliena su objeto de trabajo con controles cuantitativos
que los hacen preocuparse por muchas otras cosas administrativas en lugar de
enfocarse más hacia un compromiso pedagógico con los estudiantes.
Esta
formación de profesores y profesoras conduce a que estos aprecien y promuevan
la capacidad de los estudiantes para actuar autónomamente y no críticamente.
En
cambio los maestros que el proyecto crítico revolucionario busca formar, tendrán
que aprender que cada estudiante está dotado con la capacidad de razonar
críticamente acerca de su vida.
De
tal manera que la tarea de estos profesores consista en la formación de
sociedades críticas que cuestionen su realidad más próxima, para que,
posteriormente, con ello tengan la capacidad de ampliar su panorama de
consciencia y logren ver y actuar más allá de esta realidad.
La
revolución radica en este cambio de perspectiva, en el cuestionamiento de los
modelos de poder rígidamente instaurados que obligan a los agentes de la
educación, (políticas, instituciones y docentes) a preparar a estudiantes cada
vez más a ser autómatas y acríticos.
“La
verdadera revolución inicia en el salón de clases” (Damián, 2014), es aquí
donde se cuestionan las políticas y los paradigmas contemporáneos que han
encaminado a la sociedad a convertirse en una devota del capitalismo. Es por ello que resulta primordial que los
maestros y maestras conecten sus intereses con las necesidades locales, de las
comunidades con las que están trabajando y conviviendo cotidianamente todo
esto, dentro del salón de clases.
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