viernes, 7 de marzo de 2014

LA PEDAGOGÍA CRÍTICA REVOLUCIONARA


Este artículo hace referencia al artículo de McLaren y Huerta (2011), los cuales cuestionan a la formación y la práctica docente actual desde el contexto de las políticas educativas relacionadas al sistema capitalista neoliberal en donde México, al ser uno de los países subyugados por este sistema, se encuentra inevitablemente envuelto en las políticas educativas direccionadas al control de aparato educativo, planes y programas, currícula y evaluación, estas últimas impuestas por estos macro sistemas económicos.

En primer lugar este artículo inicia con aspectos relacionados a la evaluación y su finalidad, este tema no será abordado a profundidad, solamente se utilizará, en parte, para contextualizar el fenómeno de la pedagogía crítica. Posteriormente se tocará el tema de la pedagogía crítica revolucionaria sus propuestas y dificultades, para finalmente, a manera de conclusión, instaurar una idea en el lector que inevitablemente ha formado parte de la educación acrítica direccionada a la formación de ciudadanos sumisos que no cuestionan el sistema.

La evaluación, tema que ha tenido una gran relevancia a partir de la aprobación de la reforma educativa en México (2014), se puede comprender desde la interpretación y manipulación de datos y contextos a nivel político; la evaluación tiene diversas finalidades que conducen al control político de los docentes, a descartar a los sindicatos y a la reconstitución de los programas educativos.

No obstante, la evaluación tiene un velado y profundo interés en catalogar y clasificar a los estudiantes de acuerdo a sus habilidades, esto para su futura inserción al sistema capitalista neoliberal.

“La aplicación de sistemas estrictos y rígidos de rendición de cuentas y exámenes estandarizados, les quitan a las y los profesores el dominio que deben tener sobre su objeto de trabajo y los lleva a convertirse en técnicos que aplican las medidas establecidas y terminan enseñando únicamente para que las y los estudiantes sean capaces de presentar los exámenes y no para que aprendan los contenidos y le den sentido a su mundo” (McLaren, P. & Huerta-Charles, L., 2011, p. 226).

Los modelos educativos actuales se encargan de formar estudiantes tecnólogos acríticos cuyos dos únicos fines al egresar de la universidad es: la inserción al medio laboral capitalista neoliberal o el desempleo, el cual mantienen la esperanza constante de contratar mano de obra barata previamente capacitada en las universidades (educación por competencias).

En este sentido, John Dewey (1916) menciona que la educación tiene un papel fundamental en la construcción de sociedades democráticas, entendiendo esta última como el modo de vida asociado y compartido.

Para ello la propuesta de la pedagogía crítica revolucionaria implica el empoderamiento de los docentes y los estudiantes, los cuales tienen la tarea de cuestionar al sistema capitalista, cuyo único fin es excluir los beneficios sociales de la mayor parte de los habitantes del mundo concentrando la riqueza en un minúsculo sector.

Esto implica necesariamente entender al mundo de manera dialéctica donde existen múltiples antagonistas cuyas condiciones de posibilidad se intensifican por la contradicción de factores como el trabajo, el capital, la educación y la democracia.

“Si la realidad es conjunto dialéctico y estructurado, el conocimiento concreto de la realidad consiste […] en un proceso de concretización, que procede del todo a las partes y de las partes al todo; del fenómeno a la esencia y de la esencia al fenómeno” (Kosik 1967, p. 62-63), este proceso es una espiral de compenetración y esclarecimiento.

La pedagogía crítica revolucionara cuestiona el punto de vista oficial hegemónico y ahistórico de las pedagogías autoritarias. Bajo esta lógica es como los educadores críticos, necesitan luchar por la construcción de una reforma educativa sustentada en una visión socialista y democrática del futuro, sin embargo, esta tarea no será nada fácil,  porque en estos tiempos nos enfrentamos a un capitalismo salvaje e inhumano.

Necesitamos comenzar a definir nuestro mundo fuera del esquema del valor del capital y para ello necesitamos preparar a los y las docentes para que hagan esta labor política, pedagógica y social (Bauman, 1999; McLaren y Jaramillo, 2011). “La tarea de las educadoras y los educadores progresistas es desocultar verdades y jamás mentir” (Freire 1993, p. 109-110).

Es fundamental que construyamos nuestras sociedades como sociedades más democráticas y para ello es indispensable, en primer lugar, rescatar y defender la escuela pública, porque es aquí donde inicia la formación de ciudadanos democráticos y críticos, los cuales, a futuro, serás también los próximos formadores de ciudadanos.

Aunque el reto y la complejidad radican en que la sociedad capitalista se ha encargado de crear una imagen donde lo público es negativo y de mala calidad, en contraste de lo privado, el cual es de buena calidad y positivo.

Otro de los problemas es que el capitalismo neoliberal no prepara críticamente a las profesoras y profesores, les aliena su objeto de trabajo con controles cuantitativos que los hacen preocuparse por muchas otras cosas administrativas en lugar de enfocarse más hacia un compromiso pedagógico con los estudiantes.

Esta formación de profesores y profesoras conduce a que estos aprecien y promuevan la capacidad de los estudiantes para actuar autónomamente y no críticamente.

En cambio los maestros que el proyecto crítico revolucionario busca formar, tendrán que aprender que cada estudiante está dotado con la capacidad de razonar críticamente acerca de su vida.

De tal manera que la tarea de estos profesores consista en la formación de sociedades críticas que cuestionen su realidad más próxima, para que, posteriormente, con ello tengan la capacidad de ampliar su panorama de consciencia y logren ver y actuar más allá de esta realidad.

La revolución radica en este cambio de perspectiva, en el cuestionamiento de los modelos de poder rígidamente instaurados que obligan a los agentes de la educación, (políticas, instituciones y docentes) a preparar a estudiantes cada vez más  a ser autómatas y acríticos.

“La verdadera revolución inicia en el salón de clases” (Damián, 2014), es aquí donde se cuestionan las políticas y los paradigmas contemporáneos que han encaminado a la sociedad a convertirse en una devota del capitalismo.  Es por ello que resulta primordial que los maestros y maestras conecten sus intereses con las necesidades locales, de las comunidades con las que están trabajando y conviviendo cotidianamente todo esto, dentro del salón de clases.

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